Dice Elias...
En
febrero del 2005 mi padre sufrió un Accidente Cerebro Vascular. Desde entonces
la situación familiar nunca volvió a ser la misma. El viejo, como le decimos en la intimidad, se
logró recuperar bien y no tuvo mayores secuelas de semejante trance médico que
lo tuvo semi-vivo o semi-muerto, según se mire, casi un mes. Sin embargo a ello
le siguió una explosión vesicular con urgente internación y por último la
rotura de cadera cuando un intenso viento lo embolsó en una esquina de su
querido barrio donde dejó huellas. Por supuesto la taba estaba de culo ese año por
lo que la prótesis no iba a prosperar y la infección profunda venía para instalarse. Por entonces, nuestros
andares familiares se devenían entre la obra social, las clínicas y los
médicos. Mis hermanos y yo nos hicimos expertos en algunos diagnósticos y
términos profesionales a la vez que empezamos a sentirnos cada vez más
escépticos de la medicina tradicional y su estructuración de atención
médica. Es decir, en un año y medio, el
viejo se tomó vacaciones forzadas durante casi siete meses en camas de
hospital, y otros cinco meses en cama
ortopédica domiciliaria…Como él solía decir por entonces. “Soy una suerte de
preso domiciliario”. Sólo dialogaba con kinesiólogos, enfermeros y médicos de
temas, que por supuesto, no hubiera querido hablar nunca siendo el protagonista
de la historia. ¿La viejita? Su
enfermera full time, su protestona compañera, su amorosa camarada de lucha.
Gastó sus últimos cartuchos vitales en esa gesta de amor y una vez vencedora,
emprendió su propia lucha contra el cáncer mortal.
Una
tarde de tantas, al salir de la casa familiar en Villa Lugano, subí al
colectivo y empecé a escribir para no llorar. En aquella tarde quieta como el
denso gris del día, se me habían revelado los tiempos venideros. En la ventilla se me apareció Don Cátulo Castillo diciéndome
“...en
este desencuentro con la fe querés cruzar el mar y no podés”. Así nació
Elefantes en la Sala, en un colectivo de la línea 150 durante el trayecto entre
Lugano 1 y 2 y Parque Patricios, una
tarde-noche de invierno porteño. Todo un tango.
La deliciosa sonoridad que ambienta este texto es el tema
Barcewalking de los amigos de
Violentango. Grabado en el álbum de la
banda Buenos Aires 3 A.M. en el año 2007, mismo año durante el cual salió
publicado el poema en el libro Del Trazo que Brotan los rostros del Mundo.
Paradojas del encuentro artístico.